Un paciente con cáncer de Connecticut estuvo infectado con COVID-19 por al menos 471 días seguidos, período en el que el virus evolucionó al menos tres linajes distintos del virus en su torrente sanguíneo, según un nuevo estudio de investigadores de Yale.
El informe destaca el potencial de las personas inmunocomprometidas para servir como anfitriones de la evolución de COVID-19, al igual que los científicos sudafricanos especularon el año pasado que la variante Ómicron podría provenir de una persona con una enfermedad crónica.
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El estudio de preimpresión, que no ha sido revisado por pares, fue dirigido por científicos de Yale junto con equipos en Australia y Carolina del Norte. Fue publicado en línea el sábado.
Según los autores, su vigilancia regular de las variantes de COVID-19 detectó un linaje conocido como B.1.517 en Connecticut mucho después de que dejara de verse en gran medida en todo el mundo. El seguimiento posterior condujo a una persona de unos 60 años con linfoma.
El paciente dio positivo por primera vez para COVID-19 en noviembre de 2020 y continuó siendo positivo para el virus al menos hasta marzo de este año.
"El paciente continúa dando positivo por SARS-CoV-2 471 días y contando después del diagnóstico inicial", escribieron los autores, y agregaron que la persona era infecciosa y tenía cargas virales altas esencialmente durante todo el período. (También notaron que el paciente tuvo algunos días de síntomas leves cuando se le diagnosticó por primera vez y, por lo demás, ha estado bien desde entonces).
Pero no fue solo la infección persistente lo que llamó su atención, sino el hecho de que el virus estaba evolucionando rápidamente dentro del paciente a medida que pasaba el tiempo, con la aparición de tres nuevos linajes distintos.
Usando un análisis de datos sofisticado de las pruebas del paciente y bases de datos globales, los autores concluyeron que el virus podría estar evolucionando dos veces más rápido dentro del paciente que en la población general.
"Estos hallazgos muestran que esta infección crónica resultó en una aceleración, evolución y divergencia del SARS-CoV-2, un mecanismo que podría contribuir a la aparición de variantes genéticamente diversas del SARS-CoV-2, incluidas Ómicron, Delta y Alpha", escribieron.
De las variantes que evolucionaron en el paciente, los autores agregaron que "(estos) genotipos distintos parecieron surgir ya dentro de los primeros tres meses de la infección, aunque se detectaron nuevos genotipos después de casi diez meses, lo que sugiere que pueden surgir múltiples variantes nuevas simultáneamente y potencialmente propagarse desde el mismo individuo inmunocomprometido durante un período de muestreo más largo".