MÉXICO - Luis Martín corta y limpia pescado velozmente en La Nueva Viga de Ciudad de México, el mercado de productos del mar más grande de América Latina, mientras atrae con avidez a los centenares de clientes que acuden a hacer la compra, más pendientes de la tradición de Cuaresma que de la pandemia de coronavirus.
La cola para acceder al aparcamiento de La Nueva Viga es inmensa y en la puerta de entrada se ve el cartel de "cupo lleno". La imagen parece irreal, pues a media hora de este mercado está el centro de la ciudad casi desierto ante las recomendaciones y peticiones de las autoridades de quedarse en casa.
Aunque el número de contagios crece de manera relativamente lenta en México y se sitúa en 3,844 y 233 fallecimientos al viernes, aunque cuando hace dos días la Secretaría de Salud dijo que podría haber más de 26,000 casos de COVID-19, con base a un modelo de estimaciones desarrollado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
LA TRADICIÓN MANDA
Al adentrarse en este gigante lugar y llegar al pasillo frontal, la noticia del aumento de casos y las recomendaciones de evitar aglomeraciones se pierden entre las muchísimas personas que movidos por la costumbre y la tradición ligada con la religión de no comer carne durante la Cuaresma, acuden a comprar pescado y marisco.
"A la gente no le preocupa tanto el tema del coronavirus. No se olvidan de la tradición y vienen cada año a comprar el marisco y el pescado porque además esto es lo más delicioso del planeta", explicó Teresa, una de las varias trabajadoras de uno de los locales que vende sin parar al mediodía, hora punta en la Nueva Viga.
Elena, una joven clienta, consideró, por su parte, que "la comida ayuda a estar conviviendo con la familia" y, como muchos ya no trabajan ni van a clases por las medidas contra el coronavirus, tienen tiempo para acudir a este mercado que, además, tiene precios muy económicos.
La mojarra, la sierra, el cazón, el huachinango, los camarones e incluso el salmón están más baratos que nunca, probablemente por el miedo de los pescadores de que la gente no compre y así crear mucho excedente que se pierda.
"Suelo venir porque este es el lugar perfecto para encontrar cosas de temporada y más ahora (en Semana Santa). (...) Es interesante que encuentras precios distintos, esta bajísimo el precio, en otros lugares casi al doble, además está bueno, rico y fresco", añadió Elena.
POCA REGULACIÓN Y ALGUNAS MASCARILLAS
Con ella coincidió Eugenia, otra clienta que, ataviada con una mascarilla, dejó a sus padres esperando fuera del mercado para evitar riesgo de contagio mientras ella compró lo necesario para estos días.
Aún así, Eugenia opinó que debería haber más control y gestionar de alguna manera el acceso para que no hubiese tantas personas comprando a la vez y se pudiese al menos caminar sin pegarse unos a otros.
Para ella no basta con que las autoridades hayan enviado una circular a los vendedores para fortalecer las medidas de higiene.
"Esto no es como un centro recreativo como para que venga toda la familia acompañada. Entiendo que son productos que se ocupan pero debería haberse controlado más", sentenció.
Aunque se ven mascarillas, no todos los compradores las llevan y algunos de los vendedores tampoco -aunque sí la mayoría-, pero a pesar del fuerte olor a pescado sí se puede distinguir el del gel antibacterial, que aparece encima de todas las mesas del mercado, ya que hay contacto constante con el alimento y los clientes.
"Nosotros tenemos cubrebocas, guantes y gel para la seguridad de la gente. Nos mandaron un formato de que tenemos que ocupar mascarilla y guantes para proteger a los clientes y así lo hacemos. Tenemos que cuidarnos entre todos porque de repente nos juntamos muchos aquí", explicó la vendedora Teresa.
A pesar de la crisis del coronavirus que amenaza la economía a nivel mundial, parece que estos pescaderos están consiguiendo esquivarla en estos días.
Y aunque según algunos el número de clientes era mayor el pasado año, está claro que la imagen de La Nueva Viga es muy distinta a la de cualquier otra parte de la ciudad.
Después de Semana Santa y tras decretarse la emergencia sanitaria, probablemente empiece una época dura para los vendedores.
Pero con algo de suerte, los pescaderos conseguirán ahorrar estos días y así sobrevivir gracias a la tradición, a la fuerza de la religión y al espíritu del mexicano, que enfrenta las dificultades en familia y con manjares.