Gabriel José DeJuane sólo terminó la secundaria antes de venir a los Estados Unidos hace dos meses desde Venezuela. Para él, aprender inglés es “más importante” que la ropa y la comida.
“Es difícil [navegar por la vida] cuando uno está en la calle”, dijo DeJuane, quien tiene 22 años y vive en un refugio en Calumet City, un suburbio al sur de Chicago.
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Quiere aprender inglés para comunicarse mejor. Sería “más fácil” conseguir un mejor trabajo y encontrar una salida del refugio hacia un hogar permanente, dijo.
Todos los martes y jueves, DeJuane es uno de los muchos estudiantes adultos latinos que toman tiempo de sus trabajos de mano de obra para reunirse en salones de clase en aulas de la secundaria en La Villita para aprender inglés. Muchos de los estudiantes son nuevos migrantes y dicen que esperan mejorar sus posibilidades de encontrar empleo y de integrarse culturalmente en su nuevo país de residencia.
A pesar de que le toma 45 minutos en llegar a clase desde Calumet City hasta La Villita en tren y autobús, vale la pena, dijo DeJuane. Tomará “tantas clases como sean necesarias para aprender”, agregó.
Las clases gratis son ofrecidas por el Instituto del Progreso Latino, una organización sin fines de lucro en La Villita que también brinda otros tipos de apoyo migratorio a la comunidad latina de bajos ingresos. Los programas son financiados por subvenciones estatales y federales.
Recientemente, la participación en clases de inglés ha aumentado enormemente en el último año, dijo Laura Guerrero, la coordinadora de ESL en el Instituto.
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“Ha habido un gran aumento en [estudiantes] migrantes venezolanos, así como colombianos, pero principalmente venezolanos, que han requerido el apoyo de todos los programas que tenemos aquí”, dijo Guerrero.
Al graduarse del curso de inglés en el Instituto reciben un certificado que puede ser utilizado para el empleo.
Las clases, dijo ella, empoderan a los recién llegados en muchos aspectos de la vida cotidiana.
Los estudiantes se benefician “de la confianza que adquieren para poder hablar bien y comunicarse mejor con sus empleadores o los maestros de sus hijos”, dijo Guerrero.
Kenny Curbelo, un migrante de 34 años de Caracas, Venezuela, dijo que decidió aprender inglés porque recientemente fue ascendido al departamento de tecnología en su trabajo de manufactura a pesar de su barrera del idioma y de solo tener un diploma de escuela secundaria.
Aprender inglés, dijo, ampliará su oportunidad de avanzar en su carrera, que construyó a través de la enseñanza autodidacta y el trabajo duro. Planea completar el curso en junio.
Curbelo llegó a Chicago hace aproximadamente un año. Su travesía hacia el norte — primero desde Venezuela a Ecuador en 2015 huyendo de una crisis económica causada por la agitación política y luego a Chicago en 2022 — había sido traumático, dijo.
Pero ahora está ansioso por fomentar una nueva vida.
La mayoría de los estudiantes migrantes que utilizan los servicios del Instituto tienen poca o ninguna educación formal. Hay muy pocos que tienen educación a nivel universitario y la mayoría busca empleo en construcción, limpieza de casas y servicio de alimentos, según Guerrero.
“Esto hará que sus nuevas vidas en los Estados Unidos sean difíciles porque tendrán trabajos intensivos en mano de obra con bajo salario”, dijo Guerrero.
La mayoría de los estudiantes migrantes priorizan el trabajo, dijo Guerrero, lo que significa que una vez que encuentran un trabajo, pueden dejar de asistir a clases.
“Dejan de venir a clase porque tal vez su trabajo está lejos, o su vivienda ha cambiado”, dijo Guerrero. “Y la prioridad para ellos es comer, trabajar, y los vemos abandonar regularmente”.
Ese podría ser el caso de DeJuane porque no está seguro sobre si encontrará un hogar permanente y si podrá seguir asistiendo a clases o no.
En los últimos meses, ha trabajado quitando nieve, conduciendo paraentregar alimentos mientras espera su permiso de trabajo.
Planea trabajar en Chicago durante unos años y enviar dinero a su familia en Venezuela. También tiene la esperanza de regresar a casa y comenzar un negocio allí.
Por ahora, dijo DeJuane, hará todo lo posible para comenzar a realizar su sueño aprendiendo el idioma que podría llevarlo al éxito.
Aunque Guerrero dijo que las clases apoyan los sueños de DeJuane, la organización necesita un edificio permanente para asegurar que más migrantes reciban las mismas oportunidades.
Actualmente, realizan las clases en el Instituto Health Sciences Career Academy, una escuela secundaria que les presta el espacio.
Si tuvieran más espacio, dijo, podrían agregar más clases e instructores.