Son hermosas, altas o bajas como mujeres de carne y hueso, con todas sus características y partes privadas.
El creador de "Real Doll", Matt McMullen, dice que "hace 15 años, cuando alguien hablaba de muñecas del placer, uno pensaba en muñecas inflables".
Pero estas muñecas no se desinflan y lucen perfectas, al punto que algunos las llaman "las Lamborghini de los juguetes sexuales".
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La empresa, con sede en San Diego, California, fabrica muñecas de tamaño real, personalizadas al gusto del cliente.
Las hay rubias y morenas, de ojos claros y oscuros, para cumplir con las fantasías del consumidor.
Son hechas de silicón y geles, para darles suavidad y textura.
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El efecto es tremendamente real, desde el movimiento de sus articulaciones hasta detalles como las venas en los pies.
"La gente podría ver a los dueños de estas muñecas como pervertidos", dice Michael, cuya historia figura en el documental "Guys and Dolls", que muestra la relación de hombres y sus muñecas.
Pero como muchos otros, considera que la muñeca es mucho más que un objeto sexual: es una compañera.
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La psicóloga Mindla Fajtlowecz opina que esto tiene sentido, porque la soledad es un problema grave en nuestra sociedad.
"Se busca la salida más fácil porque no tenemos tiempo, no tenemos contacto con la gente, entonces reemplazamos con lo que más se parece", dice Fajtlowecz. "Pero la realidad es que no hay que perder de vista que es una sustitución".
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Pero para McMullen estas muñecas son "la única solución". Sus clientes son desde promiscuos hasta veteranos de guerra o personas con deformidades o traumas emocionales que huyen a las relaciones verdaderas.
Las muñecas cuestan entre $5,000 y $30,000, dependiendo de la exigencia del cliente.
Cada semana despachan entre siete y diez muñecas a nivel mundial.